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Análisis

Las noticias en esta semana no fueron de un gran número, pero   la reiterada relación de “temas religiosos” con la política y el ámbito social de la ciudad, no cesa.
John Locke en su carta de la tolerancia en 1688, responde sobre la enemistad y diferencias entre las diferentes doctrinas cristianas, argumentando que la verdadera religión que se ejecute en torno a la figura de Jesús, nunca  discutirá y luchará con las demás, pues su objetivo es sincero y respetuoso. Pero su carta no queda allí, el contenido deducía un argumento que la modernidad  utilizaría como la brecha, la diferencia de las épocas pasadas. Ese argumento era apartar totalmente al ente político, del ente espiritual-las religiones-. Lo que nos lleva a deducir en léxico común “al hombre lo que es del hombre, y a dios lo que es de dios”.
Más de 3 siglos después, Colombia un país  que se denomina en busca de la modernidad y el progreso, que encontró la independencia en los principios mismos de la razón y la ilustración, ¿cumple con esa norma de la secularización estado-iglesia?
Parece que cada vez más nos quedamos debiendo la respuesta. Esta semana  el concejal Ramírez, además pastor de una iglesia cristiana, entrego al canal capital una encuesta  con preguntas  que podrían ser tachadas como “ofensivas”  en torno  a trabajadores  LGTBI  de esta empresa pública. Junto a este suceso la agenda de Ordoñez será revisada en  la comisión interamericana de derechos humanos, por hostigamiento a defensores de derechos sexuales, y desprotección a miembros LGTBI y a la mujer.
Aunque nuestra constitución de 1991 nos considera un país con libre religiosidad, y una “pluralidad religiosa” vista como riqueza cultural,  la realidad es muy diferente. No puede ser posible que miembros de importantes cargos dentro de la organización del estado, integren sus doctrinas,  para atacar esa libertad que en la ley está establecida, y mucho menos discriminar o excluirlos. Es necesario revaluar ese principio moderno, como el valor ético, pues como John Locke lo decía, el verdadero cristiano respeta al otro.
Pero existe otro problema gigante en nuestro país, además de ver una religiosidad dentro del estado y los medios de comunicación. Hablar sobre temas de orientación sexual no es tarea fácil. Desde niños nacemos con una estructura de pensamiento occidental, determinado por un vestigio judeo-cristiano  que determina comportamientos y género, en efecto  el niño juega con carros, las niñas con muñecas, y aquel que sale de estas barreras sociales se convierte en un “maricon”. Esto no es más que el resultado de unas conductas ya establecidas y dirigidas por un ámbito ético-puede decirse religioso-, unas conductas que están dirigidas inconscientemente a la discriminación, y la exclusión, y  que permite que los ojos de los colombianos vean con desagrado o inmoralidad  personas de la comunidad LGTBI.
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